domingo, 6 de abril de 2014

Poesía. La mujer partida.

El rictus apretado de sus labios, 
señala el inexorable cincelado del tiempo. 
Camina por las calles, 
y esos colores, 
de la vida misma, 
de su infancia, 
lujosa,
eficazmente antigua... intemporal, 
como todo principio...
Ahora todo se habia opacado, 
el sol ya no brillaba, 
como en el comienzo de la historia del mundo. 
Ella había dejado discurrir el tiempo, 
confiandose a cada presente, 
y las torpes comodidades. 

Había dejado pasar los días, los meses,,, 
los años implacables,
en la contemplación, 
conformandose con las alegrias evanescentes, 
las del día... las de la semanas. 
promesas, tan solo suposiciones.
Y la belleza, 
ella tambien cambía, 
y  da a nuestra relación con el mundo, 
una agria lejania. 

Es el tiempo no aprovechado, 
es la escases de la lucha en el instante, 
se había confiado a que el tiempo se detendria, 
o se movería  lento. 
Pero quiso ser feliz con poco, 
o así decidio su caracter ( ¿es así el destino? )
sin los riesgos admisibles, 
deseó estar en paz, 
acobijada, ser paz ella,
y quedó a mitad de camino. 
hoy el espejo le devuelve una imagen agradable, 
pero... 
mucho ya se ha perdido.