Un señor vestido de payaso estaba
poseído por un ataque de nervios frente a la caja, en el sector de pagos de
facturas. Era un tema con una boleta, o un cobro, algún mal entendido. El
hombre que probablemente estuviese trabajando de payaso animando un cumpleaños,
o perteneciente a un espectáculo infantil, gritaba moviendo sus brazos y con
voz altisonante que todos se dispusieron para observar lo que sucedía, un
hombre se le acerco por atrás para tranquilizarlo y esa nariz redonda y roja lo
apunto, y sus ojos pintados hacían que su furia tenga un tinte tragicómico. El
hombre seguía siendo más un payaso que un hombre enojado. Algunos no
acostumbrados a ver payasos tan enojados, disimulaban sus risitas, tapándose
con la mano la boca o retorciendo el rostro, pero de todos modos un susurro
jovial se esparcía por el silencio que se apropio del banco.
Cuando Ricardo salía del banco vio como
dos hombres de seguridad lo sujetaban de sus brazos y lo persuadían con firmeza
para que se retire del establecimiento. Un niño alegre
le comunico a su madre
con entusiasmo la escena del payaso y los policías.
Unas nubes espesas y oscuras se
estacionaron sobre la ciudad en una techo bajo y cada vez mas condensado, en
una única y poderosa nube que aplastaba a toda la ciudad. Dos días antes el
cargado cielo se apoyaba sobre el rio, y un viento del este las trajo desde el
rio y cuando amenguaron su impulso se detuvieron, y también mermo el viento
cálido que las traía, por lo que se quedaron quietas en ese gris cada vez más
oscuro que lanzaba sus primeras gotas sobre los previsores paraguas que
recibían ese rumor leve que incomodaba y apuraba los pasos de las personas. Esa
lluvia sería torrencial cuando una o dos horas después Ricardo saliera
desconsolado de la ofician a caminar, sin prestar atención al aguacero que
vacio las calles.
Cuando subió al ascensor busco los
espejos, como cualquier persona, quería ver su rostro. Develaba un gesto
emocionado pero su cara había perdido frescura y al sonreír su expresión era
más triste y más agria. No debía verse mas en el espejo, se dijo, pero
nuevamente intento levantar las cejas pero nada cambiaba.
Cuando entro a la ofician le comunicaron
que Martín se comunico diciendo que faltaría por unos días por “motivos
domésticos”. Todos se preguntaban atenuando la vos que podría haberle ocurrido
y concluían que “domésticos” debía adjudicarse a algún problema con su esposa. Tambien escucho que
entre ellos comentaban que Martín había agregado en su lacónico llamado que
“había unos problemas por un tema de unas apuestas” y sobre eso no decían nada
porque nadie sabía de eso salvo Ricardo. Una oleada de angustia le recorrió el
cuerpo cuando entendió lo que significaba todo esto. Si Martín se encontraba
frente a un problema serió con Soledad, y corría riesgo su matrimonio,
también quedaría interrumpida su
comunicación con ella. Claro que nunca había pensado en que cuando a Soledad se
le desmorone todo él no podía presentarse como el caballero salvador y
distraído de todo. Se vería a sí mismo como un oportunista detestable esperando
en la grieta de los otros y en la confusión la gran oportunidad para sacar su
propio provecho. ¿Cómo entendería Soledad que Ricardo podría pensar en la
felicidad de ambos, cuando ella era la que había fracasado? Además lo las apuestas…
que podría ser, hizo muchas especulaciones y no conseguía nada en claro, era un
problemas económico pero ¿Cuál…? Era muy difícil saberlo pero la perjudicada
era Soledad el no era de los que se ofenden y se van, si se iría no se iría
enojado, además alguien debiera darle la idea de irse, porque no es de los que
deciden irse pero si de los que pueden salir con cualquier cosa que el viva
como natural…aunque tanto no conocía a ese hombre de pasiones raras y de un
estupor que señalaba alguna defectuosidad del creciemiento..
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