El
noble intento de relacionarse.
La
modalidad defensiva y temerosa de nuestros tiempos, obliga a dos formas
características, ambas inconvenientes, para construir y armar los comienzos del
afecto. La primera modalidad inconducente es no dar espacio a los demás por el
temor a vincularse y evitar
sufrimientos, al punto que al final
llegue un momento en que la negativa puede ser por una costumbre tan
usual que termine por desactivar el anhelo de relacionarse y
ya ni las mismas personas entienden
porque se desatienden las oportunidades. Se habitúan o ya ni siquiera esperan.
La otra forma defensiva de relacionarse
–seguramente hay otras más- consiste en establecer contactos ligeros y esporádicos,
inconducentes y a veces agónicos, esto
se debe a que se reconoce que la relación emocional importa o al menos se la
necesita, pero se descree de ella como
posibilidad de felicidad y de estabilidad, por eso para no sufrir se establecen contactos breves y sin optimismo,
entonces se extrae algo exiguo y olvidable, sin esperar demasiado y si hacer
gran cosa. La búsqueda esencial de esta conducta es no sufrir aunque no se
obtenga ninguna felicidad.
En general, las mujeres son las que reciben una
mayor cantidad de propuestas y en este
sentido la negativa se definiría por estas dos actitudes, por supuesto que
existen mujeres que sí se relacionan y aceptan los acercamientos de personas
que les agradan y les son afines.
Sobre este punto quiero mencionar algo. La
mujer además de sufrir el desapego brusco de los vínculos irregulares o el nocivo
efecto del desamor, sufre de otra
cuestión que es social, cultural y también representa un estilo del género, que
consiste en el sentimiento de sentirse
utilizada y descartada, sentimiento que es menos común a los hombres que
raramente sienten la utilización física por parte de la mujer. Es insoslayable
entender esta variedad de género para apreciar con exactitud los distintos
sufrimientos entre personas de distinto sexo y considerar cual es la base de la
sensibilidad de hombres y mujeres. Por esto
creo que es bueno reiterar que para relacionarse se pueden y se deben ajustar condiciones desde el principio y si
las mismas no están disponibles, entender que las garantías no son suficientes
y no arriesgarse y acumular evitables desencantos, y no perder así, ni el
crédito en los varones ni la confianza en la posibilidad de las uniones buenas.
Por supuesto, que también los hombres pueden sufrir de la inconsistencia de las
relaciones y pueden sentir el abuso y el descuido emocional por lo que la fórmula
general sería hablar desde el comienzo. Qué es lo que se pretende para la
relación. Por supuesto que existen formas no avasallantes de conversar para no
angustiar a la otra persona cayéndole con una demanda que todavía no puede
afrontar y puede que se sienta agobiado y angustiado por la prematuridad de lo
que se espera de él o ella, en cambio más
adelante y respetando los tiempos y las necesidades, esa persona puede que sienta natural la unión, una vez que
el afecto crezca y todo resulte familiar y posible.
La forma defensiva
característica del varón es la inacción. También, al descreer del sentido de la
pareja, puede no intentar nuevos vínculos o que su estilo sea introvertido o
algo tímido y no se acerque a mujeres que no conoce. Una causa de la inacción o
de la timidez empieza en la ansiedad. Esta podría ser su posible secuencia: Una
varón decide comenzar un diálogo con una mujer, pero demora su intento, al
comienzo no siente gran incomodidad, pero cualquier actividad que nos resulte
de algún modo importante hace que aumente la tensión a medida que pasa el
tiempo y no se realizó. Así les pasa a los deportistas antes de comenzar el
juego, el nivel de tensión aumenta porque se comienza a pensar, incluso aunque
sean pensamientos intuitivos o pre-reflexivos y disminuye por suerte una vez
que comienza la competencia. Volvemos
con el varón, cuando comienza a sentir esa ansiedad incómoda, todo le resulta
más difícil porque no es algo sencillo y además ahora se siente tenso y
preocupado. El problema –esto lo escuché en muchos varones-, la preocupación
parece ser dar inicio a alguna conversación, pero el mayor miedo es a no acercarse, es
decir se comienza a luchar internamente con la propia impotencia, cuyo motor es
la ansiedad. Es una ansiedad que promueve un miedo inespecífico y la parálisis.
En estos casos es recomendable abortar el intento y esperar un rato hasta que
la ansiedad disminuya y volver sobre el propósito más tarde. Por lo que siempre
es recomendable hacer lo que se tenga que hacer cuando todavía no se siente
ningún malestar, es decir al principio.
Es bueno que las mujeres colaboren con estas inhibiciones, entendiéndolas como
situaciones humanas y no abran juicio de valor sin antes conocer a la persona
porque siempre es más importante el motivo por lo que alguien quiere acercarse
a uno y no tanto la forma. Debiera tomarse en cuenta por delante de todo la nobleza de las intensiones y no tanto las habilidades. Las seducciones o el exceso
de seguridad no son verdaderos en ningún caso cuando para un ser humano algo
moviliza sus ser.
Encontré algunas ideas para pensar sobre el acercamiento a otra persona que pueden ayudar:
“¿Qué
tan de malo puede haber en mí para que la otra persona entienda mi interés como
algo demasiado negativo? ¿Por qué no puede interesarse en alguien como yo?”
“Es
además, una posibilidad para ella si nos acercamos y nos conocemos, las mujeres
también se pueden sentir solas y puede que necesiten conocer a alguien.” Es
decir, intentar humanizar la condición del otro ser. También esto se aplica al
intento de las mujeres de acercarse.
Siempre
es un acto de humanidad poder mostrar los intereses de uno, y además sentirse
asertivo en desplegar la voluntad y
saber que se dispuso a ir por lo que se quiere tendrá buenas consecuencias en
la mirada que se tenga de uno mismo.
Entender
una negativa como algo eventual que puede depender de muchas aspectos que no
tienen que ver con algo negativo de quién intenta relacionarse: El estilo de la
persona, sus hábitos, el momento de su vida, la resistencia a conocer a alguien
y también puede que no demos con el tipo
de la otra persona. Cada persona tiene un patrón que define quienes le resultan agradables y muchas veces por ser tan afín a una persona
puede que esta también se sienta afín a nosotros, porque quizás existen
paralelos y equivalencias psicológicas difíciles de explicar.
No es
conveniente incurrir en una sobredosis de energía ni mostrarse exageradamente
seguro o altanero, esto no cae bien a la gente, y puede crear la sensación
interna de inautenticidad. Tratar de escuchar y no ser exigente con lo que
esperamos de la otra persona es recomendable y es conveniente crear estos
lindos hábitos. Es bueno saber que pueden no elegirnos y entender que no es tan grave, este pensamiento previo puede
resultar un alivio como cuando se acepta que podemos perder una partida de
ajedrez o un partido de tenis incluso antes de jugarlo. Realmente no confío en
los sentimientos positivos infundados porque crean una gran exigencia y pueden
llevar a una conducta errática que no tiene parámetros reales y de allí la
pérdida de su control, para saber sobre las situaciones y como entrar o salir
de ellas, de una forma digna y estilística. La pretensión es acercarse a las personas y
desarrollar la mejor conexión que se pueda pero también es muy importante para
la autoestima y la compostura el saber salir y no lastimarnos o sentir excesiva
vergüenza por el incordio de la insistencia y la lucha ineficaz. No creo que a
nadie se le pueda ganar por cansancio, convencerlo, y de ser así ¿es
conveniente llevar adelante lo que sea de esa porfiada forma? ¿Sentiremos que
la otra persona realmente prefiere estar con nosotros?
Todo
lo que se especula en la televisión, en las conversaciones ligeras, en las
canciones sobre los beneficios de no mostrar interés me resulta totalmente
infundado. Mientras el anhelo de conocer a una persona se muestre de una manera
no agraviante o excesiva – la otra persona se puede angustiar frente a la gran
demanda porque necesita, además sus tiempos-, siempre traerá mejores posibilidades cuando se piense en nosotros
como personas interesadas y dispuestas. Al amor lo despierta el amor. El
desinterés arrogante y falaz solo lo
provoca pero no causa nada bueno. Además ¿quién quiere que lo quieran por lo
que no da o por su ausencia? Y esto para todos los vínculos: Hace tan bien dar
cariño como recibirlo y en definitiva si no resultó como se hubiera deseado se entenderá
que aun así, el accionar fue correcto y
el intentó era para crear algo bueno.
El
escritor húngaro Sandor Márai al retomar
la fábula de Casanova en su novela hace decir al protagonista: “Todos quieren el
amor de una mujer pero quien hace lo suficiente para conseguirlo…”
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