. No había forma que no fueran tiempos
difíciles…su padre faltaba todo el tiempo y esas sonrisas demacradas como la de
los payasos en tiempos de guerra y de hambre, quizás sirvieron al menos para
que esa oscuridad dolorosa no descienda
a alguna forma de parálisis. Y si bien, esa propulsión por vivir, permitió que
Ricardo continúe por su senda de ser y de buscar, de ser un niño curioso de
silencios intensos, y mantenerse dentro del mundo infantil y de sus juegos
concentrados, en la colorida metáfora en que se desarrolla todo el tiempo la
infancia, aún así más de una vez lo
embargó el tenaz resentimiento infantil que crecía con el silencio y las
inevitable injusticias, pero se diluía
cuando captaba en los ojos de su madre un maquillaje mezclado y húmedo que había
descendido por su hermoso rostro, en una lagrima colorida, para frenarse en sus
pómulos y dejar su boca limpia para una sonrisa necesaria, descubriendo que su
madre había guardado algunas de sus lagrimas, para salir, en cada una de las
veces, lo mejor que podía al gran escenario de la maternidad. En esos momentos
era cuando más la quería.
Gabriel Dancygier
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