El
nuevo psiquiatra que visito, me advirtió que me faltaba amor. ¡Y qué, acaso a
él no le falta! Hablaba de querer el bien del otro, alguien que me cuide…frunciendo
mi nariz pensaba que a eso le llamo cariño… intuyo que por su mueca resignada sufrirá del mismo agujero gris, agregado de las cargas de otro ser que lo empujara a una
intimidad claustrofóbica, pero al hablarme parece conformarse…. De todas formas lo seguiré viendo… no es tan
malo como persona. Observó desde mi ventana, y de todo lo que veo en las almas
escuetas de los que apurados circulan
hacia sus refugios, sus hogares promedios, solo dos me llaman la atención, se
trata de una pareja de jóvenes que se van llevando como un engranaje, entonces inoculo una ligera tristeza por reconocer
aquella posibilidad, una verdad que recorre
tangencialmente la envidia… ella,
pequeña y dócilmente femenina, es de las que pueden ser subjetivamente
hermosas: la manera de caminar, cierta sumisión actuada, repentinamente un
berrinche y de nuevo el acuerdo con un muchacho que la lleva como puede… creo
que tiene la suerte que ella está enamorada… sino, de acuerdo a su
inexperiencia, la pasaría bastante mal. Estoy hablando del amor… operar me
causa una gran adrenalina y aun cuando no salvo una vida me siento intenso e
importante, debe ser porque perder contra dios, luchar en el cuerpo de otro, empujar un destino, son
instancias tan grandes que estar frente a ellas ya me elevan mi ego o mi moral,
pero al salir de la clínica, a la arboleda, a la proliferación del oxígeno, y
por enterarme una vez más de las otras opciones, configuro agriamente eso que
denomino vacío. Esa sensación de una
nada deslizándose por mi vida, de acuerdo a su contrastante con eso inalcanzable, me hace aun más arrogante,
aseverando que merezco de los placeres
sensuales mucho más que otros, la intensidad de la figura que es el amor… lo
demás, el cariño y sus abreviadas
proezas, sus inmensos sacrificios…la inalterabilidad de toda esa farsa… ¡no…!
no es una farsa, es una realidad opaca, posible… No puedo ser comprensivo…
detesto a los que se prestan a ese juego de imitaciones… Ah, prefiero de una
buena vez, confesar que no creo que sea
un buen hombre, tampoco creo que los demás lo crean, a no ser que necesiten confiarse a mí…. Ser exigente no te hace
malicioso, ni cruel, pero puede desprender la nobleza que es lo único que
identifica realmente a un ser humano como buena persona, y no solo su habilidad
para no cometer de errores. El hermoso contorno de un alma, de crearse, no se
logra sobre la contabilización de fallas, de pocos errores, donde aliviados se
encuentra el escondite prudente y calmo
de una moral a la que se persignan, asustados, luego acostumbrados, sin
emociones que le den al acto, generoso, benigno: su esencia… y su beneficio.
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