Miguel intentó dos veces
pertenecer a la universidad, en lo que al principio representaba simbólicamente
el progreso, para ser en definitiva algo más singular, un anhelo de su alma:
ser como los otros, normal. En la primera, prefirió una carrera algo suave, sin
demasiado cuerpo, y sencilla con la finalidad de conseguir resultados y no sumergir su mente en
la angustia y en lo infinito por lo que eligió periodismo
. Al final esa búsqueda insípida de simplificación, para
una mente como la que reconocía turbada;
esas facilidades resultaron también en problema y se volvieron en contra de su propia búsqueda de identidad,
porque la carrera se convirtió en casi
nada, seguramente por la falta de un núcleo definido de conocimiento valioso, verdadero, se sentía
disuelto en esa hibridez que siempre causa el saber en general, cuando se
merodea en él sin buscar el conocimiento concentrado, científico, y esto le
pasaba porque su mente no podía deambular
tangencialmente por las cosas al punto de que estas se disuelvan y lo
dejen con su mente, en ese como si, que lo dejaba con un déficit de verdades y de anclajes, porque siempre los
estaba necesitando y no es cosa fácil buscar lo que fue siempre esquivo. Pronto,
sentía cada vez que cruzaba la línea de esa entrada de la universidad, que no
había cambio en el, que nada se llenaba dentro suyo, y por
eso desistió después de algo mas de un
año. Esa disparidad de contenidos
heterogéneos, para completar un plan de estudios, coloreados con profesores que enseñaban el
artesanal oficio del periodismo, siendo cada uno de ellos distinto del otro,
proferían formulas quiméricas, por lo que terminaban siendo para Augusto apenas más que incultos, y sin
despreciarlos porque no se sentía quien para despreciar a nadie, eran
superfluos hombres de oficio. Le hicieron sentir que en vez de algo organizado,
acumulativo, era una disparatada y ridícula corrida salvaje hacia un punto lejano e invisible, donde solo
conseguían distinguirse los más conectados
o los mas pillos. Ingeniosos, con personalidades a veces carismáticas, a veces
agresivas, y siempre llanas, los profesores inculcaban la gran función social del periodismo. Ni
mencionaban que la actividad era básicamente para entretener, o a lo sumo informar, y se
sumergían en el espeso mundo de lo deontológico, de las obligaciones morales, a
pesar de esas caras con sus expresiones,
a veces inocentes, a veces llegaban a ser aviesas, hombre práctico esos que
saben donde duele el asunto, encontrar el lado oscuro de la luna o de la tierra
o de las personas, pero que fruncían el
ceño, exagerando su humanidad hasta la caricatura cuando peroraban, a veces horas sobre el sentido de
su profesión, y también existían los
exitosos, aquellos que realizaron carrera,
y contaban como se enfrentaban a una cámara exigiendo un mundo más justo, azorados frente a lo que
un rato antes les resultaba el plato fuerte de la transmisión: Sangre y
coyunturas del día, y cuanto lejos hay que estar de la agresividad convertida
en tragedia para no desplomarse, aunque por su profesionalidad sabían ser
sabios para mirar a las cámaras o a sus alumnos, con el ceño fruncido, cargados
de una moral prestada, casi sin sentir. Pero en las clases les encantaba ser
ellos los que le sacaban al mundo el velo, porque pertenecía a la ética de ser objetivos (Como les gustaba usar esta palabra). Cuanto los
reconfortaba esa contradicción; si se tiene una visión del mundo a lo sumo se
puede ser criterioso, culto, en mejor de los casos, humano pero ¿Objetivos? ¿No
querían decir investigativos, o científicos, o profundos? Un tratado de
cuarenta segundos explicando la crisis de España, esa es la objetividad
periodística. Indeseada para cualquiera que quiera al menos soñar con entender.
Durante ese año Miguel se
escondía en un silencio conocido y confortable, sentado sobre unos asientos contra la pared del aula, mientras en su interior se permitia planear por cielos de nubes solidas y
esponjosas, pero tambien lo arrinconaban pensamientos sin contornos, infinitos y filosos, donde el
pasado era tan dificil como él futuro, donde el primero era la herida abierta y
el segundo era solo esa cicatrización lenta
en el medio del vacío. Rozaba el
mundo, por no saber la medida justa de la maldad o del amor que podrían
brotar de su superficie desconocida, y
así decidió casi no participar en el exterior, que no tenia formas definidas, y
las miríadas de negrura opaca con sus contornos indefinidos como una gran nube
de miedo espeso, podían succionarlo y
llevarlo a una suerte de muerte psicológica. En sus caminatas nocturnas sentía
que los edificios como humanos se movían para asustarlo con la amenaza de
derrumbarse sobre el, con el agregado de un silbido que bien reconocía que era
de su mente, pero también pertenecían a
la ciudad, cuando el dasafiaba con
temores a las calles en su caminar solitario, y oscuro. Por esa forma en que
los hombres necesitan medir todo el tiempo sus pesares y sus posibilidades de
revertirlo, recurría a los mismos recorridos midiendo su salud mental, el eje de todos sus
miedos. Y esos edificios de ventanas, casi todas oscuras y dormidas, eran junto
a las plazas y arboles, bultos oscuros que se le aparecían con una indiferencia agresiva. Así como las
personas. Eran esos paseos paranoicos, además de las facultades a las que
acudió, luego la galería de arte en una galería, un intento, sensible y tierno,
por asegurarse algo. Una forma de normalidad es para algunas personas todo un
ascenso, un equilibrio, porque en definitiva el peor sufrimiento es el de cada
uno. A la noche, es el tiempo decisivo
de muchos que ven tanto la vida como la muerte, el momento en que las mentes y el corazón son purgados, si es
que alguna vez lo son, Dios puede o no ser moral, pero la visión que se tiene de
el es moral, por lo que su misericordia tiene un límite preciso y acuciante,
aunque especialmente para Augusto, quizás por ser una verdadera victima
silenciosa del destino, dios no podría recriminarle nada, por eso sus
conversaciones eran pequeñas sanaciones.
Cuando su novia le preguntaba
porque salía a caminar él lo reducía a una mera necesidad de refrescarse, sin
explicar cómo hacia frente a esos demonios de su cabeza y de la ciudad y
desconocía los efectos para su novia de tal
simplificación Noelia le preguntaba alguna trivialidad como la temperatura del
exterior o cuanta gente se veía en esos paseos para evitar incomodarlo salvo
cuando una noche pasadas las once entro sin saludar, como siempre acostumbraba en el caso que hubiese saludado antes, y ella
le dijo –cuantas cosas para pensar en la noche- con cierta acritud, pero cuando
vio que el levantaba las cejas, levemente molesto pero perturbadoramente
silencioso, con sus gestos lacónicos, ella soltó bajando una octava su tono, y
con un necidad propia de conciliación- las papas deben estar bien doraditas- y
el ofreció una risita escasa, por lo que la relación siempre la lastimaba de un
modo lento pero acumulativo, por el poco ímpetu que brotaba de esa piel poco porosa, y
una boca que frenaba siempre sus resentimientos, por lo que su mirada se
agriaba. Si al menos pelearan... Cuanto más natural resultaría todo, pensaba
como una mujer que soporta siempre mas otra cosa que la indiferencia. Esas
discusiones abortadas, o para peor esas discusiones que nunca fueron, por el
carácter tangencial de Miguel le daban a Noelia, la medida justa de todo lo que
su vinculo no tenia de real. Esos movimientos calculados de ella y tímidos en
una persona que amaba las palabras propias y ajenas, o su mezcla la iban
opacando al punto de estar más triste de los normal y eso que ella tenía
motivos, y las acciones de él arbitrarias y ausentes, creaban a cada momento
una relación calculada y frágil. Era muy difícil no sentirse sola con todo lo
que él se guardaba. No eran secretos, ni grandes verdades, eran sensaciones,
contestaciones, intuiciones, que quedaban dentro de su dolor, que no eran mucho
más que esos pequeños y necesarios sonidos, y leves movimientos, con los que se
nutre el alma de una relación, y también de un amor, porque el sentimiento se
forja con las miles y miles de interacciones
con las que dos seres humanos intentan reunirse, coincidiendo y
peleando…por la necesidad humana de unirse aun sin motivos, pero Miguel era
angustiosamente distinto a todo lo que ella se hubiera imaginado en un novio. Ella lo había elegido por que Miguel de
ninguna manera era agresivo, no era de esos hombres que luchan por sus espacios
causando a sus mujeres ese eterno
sentimiento de culpa al punto de sentirse un estorbo como también a Noelia le
sucedió con su último novio un hombre fanatizado con el automovilismo, desde
que nació, desde que nacieron sus padres y sus abuelos en una herencia fuerte y
orgullosa, por lo que la relación se adapto en un silencio, con protestas casi
todas asfixiadas, silenciándose en la oscuridad del enojo por aquellos viajes
al interior del país, donde ese mundo sectario, que es el de las carreras con sus inmensos preparativos, en donde ella
quedaba apagada, fuera y angustiada con enojos que solo rebotaban contra un
muro que era además más que una persona, era una identidad, una forma de ser y de existir,
algo ya concluso por siempre, que obedecía al dictamen del placer y de las
generaciones anteriores, y seguramente a
una normalidad aceptada con soledad y un dolor dulce, por madres, abuelas e hijas. A Noelia le llevo
más de seis años entender que el amor necesitaba una parte de exclusividad,
porque el amor para que no desangre al enamorado debe ser exclusivo o no ser
nada y cuando opto por terminar el vinculo dejo de sufrir por todas las
ausencias de Ricardo, y el automovilismo
en si dejo de ser una palabra odiada, y asi entendió que estaba triste y
liberada. En cambio Miguel giraba, silenciosos y apático, alrededor de ella en
una órbita, que como todas nunca terminan de acercarse, pero nunca se alejan,
ni se dejan de ver, por lo que Miguel, con su particular estilo fantasmas, con ese
hermetismo que para Noelia no eran
secretos peligrosos, estaba, estaba corporalmente cerca. Además Miguel siempre
le resulto muy atractivo, con esa cara de dolor resultaba además delicado, fino, pero también por la
forma de su cara alargada y varonil, con la boca y la nariz que se hacían ver, que
tenían una entidad propia en la que alguien podría detenerse en ellas sin ver
el resto de la cara, le represento desde
el inicio el tipo físico que a ella le permitía iniciar una relación, porque
quien no confunde lo que ve con la espiritualidad, de las misma forma que una
iglesia con su ornamentos, sus altares y sus pinturas, hacen de lo bello lo
sagrado. Ese ser al que le faltaba tanto de su historia,
al que lo maltrataban pensamientos
viscosos y eternos, no fue afectado en
su atractivo; y además era predecible, por lo que Noelia aceptaba esa conección
suave, silenciosa al punto de ser exigua, pero permanente y segura, y aunque no
es que nunca le haya preocupado cuanto feliz lograría ser a su lado, al punto
que por momentos la opción de de terminar le resultaba correcta, era en los
hechos imposible, porque su amor sufrido no se afectaba en volumen.
En todos su ámbitos parecia un ser embalsamado
que solo movía sus ojos porque a todas las personas en mas o en menos la
sociedad les importa. Solo una vez hizo una pregunta, en una clase de
práctica, después de tomarse unas dos semanas hasta decidirse. Levanto la mano
y soltó de su boca: “¿Es posible ser riguroso, formal, cuando uno sabe que lo
observan o lo escuchan oyentes o telespectadores sentenciosos anónimos,
hipermorales, y que además eso repercutirá en las medidas de audiencia?” El
profesor, un hombre de cara grande y generosa le contesto con un comprensivo “definitivamente
no” llevando desilusión a muchos de esos
jóvenes de ojos inyectados sintiéndose un poco Sherlock Holmes. “Ni aunque se
quiera se podría eludir la influencia de las expectativas de los demás, sobre
todo si son cientos de miles. Si quieren decir lo que les plazca sean
escritores”. Se los dijo con una mirada apagada y sincera, en una confesion que
salió de él sin tenerla pensada, a esos jóvenes que creían haber entrado por la puerta grande a la
gran cocina de la información.
Ya para ese entonces Miguel
comprendió que no podía continuar con la carrera. El carácter grave que tiene
la vida para el que no tiene padres, por una madre que se quito la vida, y un
padre al que hace años que no lo ve, no da lugar a las naturales licencias con que las personas normales se desparraman por
su vida. El pensamiento de alguien agujereado no permite saltearse partes,
rodar con indulgencia, conformándose con formas y estereotipos. Miguel nunca
podía decir algo que no le resultase
verdadero. Sentia que lo chupaba ese mismo agujero, que se potenciaba por efecto de aquellos
contenidos, simpaticos y estúpidos, que por contraste agrandaban ese espacio, o para peor, lo rellenaban inútilmente
con conceptos trillados y
engañosos. Por ello pensaba más de lo que hablaba y a veces se sentía mejor
cuando daba un pasito mas, en el tiempo, como le gustaba decirle su psiquiatra con
palabras seguras pero suaves: “ es solo una sensación…muy de a poco se llena
nuestra mente de sentimientos distintos,
sin que podamos saber bien que es, ni a qué se debe que resulte placentero, eso
nuevo que se formo en nosotros, es un crecimiento, si lo es, pero es sobre todo un acto emotivo, es la
convicción de ya saber lo que el mundo
nos pide, los demás con amor se reclinan
y sin orgullo nos piden eso especifico,
que es parecido a lo que somos, esa individualidad, lo que podemos dar, que hace que el intercambio sea un vinculo
humano, un intento de entrar a otro ser, una simbiosis que nos merecemos por la
lucha que libramos desde que nacemos por
dejar de sentirnos abrumadoramente solos
”
Antes de comenzar con su galería de cuadros se
dio una segunda oportunidad. Comenzó la carrera de psicología. Los temas que se
conversaban en la clase bien podrían resultarle interesantes a quienes creen
todo lo que le dicen. Sin ningun reparo se mostraban serios al hacer avances
bruscos salteándose evidentes procesos lógicos. Hablaban del traumatismo de los niños
al enamorarse de la madre, fantasias de asesinato, incesto, protofantasias (ideas con la que se nace ¿serian genéticas? ¿conseguirían lugar en algún cromosoma?). Ideas acuñadas y
legendarias que no consideran que los niños viborean por entre los adultos calibrando la manera de meter sus pequeñas
narices, a esas ofertas que
perderían si no desarrollaran ciertas habilidades, y que hace m muy difícil
de creer que puedan tener en la cabeza semejantes disparates desgraciados de
odios y culpas y llevar con esa frescura
neuroquímica su alegre paseo por la realidad magiaca para sus ojos porque él mundo es hermoso si no se lo conoce,
porque para su bien, casi todos los niños son religiosos.
Al espantarse con esos disparates propios de seres humanos
creativos, demasiados creativos encontró una buena excusa para alejarse de ese
mundillo de adictos a la “cultura precientífica” como decía su novia. En esas
clases nunca se hablada de amor, de
desamor, de personalidad, de formas de relacionarse, de lo que hace bien y lo
que no, y aunque nunca le hubiera adjudicado
importancia a todas esas bravuconadas intelectuales de la homosexualidad
universal, o la fantasia de asesinato que debieran tener los niños de dos años, en el inmenso y
popular inconciente, bien sabia que su
declinación se debía a algo mas oscuro y verdadero: Como conversaría
profundamente con alguien sin contarle que antes de ser psicólogo era hijo de
una madre suicida, como podría reclinarse ante la normalidad y la vida abriendo
sus brazos receptivamente a personas que luchan con destinos normales.
El negocio de los cuadros no
existe. Solo existen los que consiguen hacer negocios con algunos cuadros, los
que conocen a los pintores que venden. Pero para Miguel era la oportunidad de
tener un proyecto orientado y que además podía aportarle una rutina agradable,
siempre que se vendan los suficientes para que no sea un desgraciado y virgen
local de galería. Cómo sufrían los primeros seis meses de ese negocio
estéril, obligados a engañarse con cálculos ilusorios, gracias a la colaboración
de Noelia que siempre contaba con paciencia, porque a personas tan humanas como a ella todo el futuro se le ofrece diáfano, incluso aunque las cosas se vayan al demonio,
porque hay personas que saben vivir con lo que hay. Noelia era así, su frustración duraba tan poco que cualquiera
creería que ni siguiera formaba una emoción dentro de ella. Aunque por supuesto
que una sombra oscura de incertidumbre y miedo crecía demasiado despacio, por
lo que al final era una queja que solo era significativa para los otros, porque dentro de ella todo se organiza tan rápido, gracias a que sus pensamientos auspiciosos, naturales,
calibrados, eran su verdadero aliado y ella se reconfortaba con cierta vanidad
por lo que ella era para sí y para los otros. Sus comentarios eran solo eso:
comentarios, quizás para sacarlos de ella, decía “que lastima que no se vendió”,
y luego hacia un gesto con la cara restándole importancia y pasaba a otro tema,
con la ligereza y la vitalidad de un niño. Sin que ella lo sepa, la vida le
resultaba posible y generosa en cualquiera de sus opciones. Esa alegría que se
formaba entre ellos cuando miraban la televisión o hacia cada uno lo suyo por
separado logro que Miguel deje de hablar con monosílabos, y pueda construir
oraciones largas, y a veces más de una, porque dada las condiciones y casi para cualquier caso se podría afirmar que tarde o
temprano, una persona habla. Muy al tanto de lo que le costaba expresar ideas,
la primera vez que concurrió a su terapeuta, le dijo si le podía pedir algo
insólito. Luego de la afirmativa Miguel le explico que no podía hablar de
corrido y que necesitaba alguien que le hable, que estaba vacío, que le contaría
lo principal y que después escucharía. El licenciado Ernesto Ugarte le pregunto
porque pensaba que eso le haría bien. Miguel le repitió que estaba vacío, que
sentía que no tenia lo que decir, al
menos no gran cosa, y que su cara le causaba confianza y que creía en sus
palabras. Ernesto lo miro con sonrisa
solo en los ojos, y como si nada fuera del todo definitivo y concluyente le
dijo, sí claro… ¿por qué no? Y esa manera tomaron sus encuentros; Ugarte le hablaba con suavidad casi rodeándolo con
las palabras, y Miguel salía del consultorio con un poco mas de vida en su
cuerpo. El efecto duraba hasta el final del día o menos.
Hace unos días en lo que era
su “galería” un joven observaba un cuadro impresionista de un autor de 19 años.
Miguel había aceptado porque se sintió bien y conectado en su primer contacto con la obra, porque de esa
forma se decía por aceptar o no el material que le traían, cuando él negocio
empezó a tener sus clientes. En un momento, Miguel se adelanto un paso al joven
para ser el quien lo contemplaba, al punto de casi olvidarse de la venta y de
su cliente. El arte de la pintura era para el único de las artes que nunca lo lastimaban, que lo dejaba internarse en un
mundo de sensaciones algo inespecíficas pero agradables, se quedaba retenido en
esos colores, casi sin pensar, levitando, y le resultaba un mundo sin conceptos
y sin sentencias, en cambio la música lo obligaba a un nivel de emoción, al escuchar música se
debe estar alegre o buscar la emoción para que tape algún
sentimiento doloroso, o para que lo refuerce para internarse en el con el
placer de la conmiseración, en un regodeo que para Miguel seria amenazante,
porque hay personas, entre las que se incluía que no saben si pueden salir del
dolor, porque a lo mejor en su esencia son todo dolor. La literatura da
conceptos, las historias le resultaban
riesgosas por que podía ver todo lo que él no era a través de personajes que se pronunciaban,
que vivían, que se peleaban, que aclaraban gracias a que los escritores
intentan darles vida, tratan de moverlos, por lo que siempre se sentía en desventaja con esos
hombres y mujeres de ficción, por lo que a veces le resultaban ellos mismos una
sentencia. Pero la pintura era tan poco conceptual para quien se refugiaba en sensaciones suaves donde su
alma descansaba, como aquel día en donde aquel muchacho no dejaba de ver la
inmersión de Miguel en el cuadro, y sintió tanta verdad en aquella forma de penetración de un ser
humano para con una obra que quizás por eso vino a buscarlo tres días después
para comprarlo. Así Miguel se convertía en un extraño vendedor, por lo que esos oleos, temperas, acrílicos y tapices
eran comprados sin que hubiese asumido
nunca una postura de vendedor ni siquiera en su fuero intimo.
Ahora se encontraban los dos
desparramados por el suelo de madera. Noelia se habia dormido tras leer unos
capítulos finales de La casa de las
bellas durmientes de Kawabata. El miraba la relajación de todo su cuerpo en
paz, y si bien se sentía algo más tranquilo mientras ella dormía, escabullido
en sus meditaciones difusas solo a veces de una transparencia celestial,
imaginada, con la irrealidad con que los niños ven los colores, poco a poco la
soledad le deparaba una tristeza más
intensa, por lo que levanto la novela
que se había deslizado por el regazo de ella, sin intención de leer. Eran uno
de los tantos movimientos que hacia cuando necesitaba a su novia despierta.
La novela describe los
pensamientos, los sentimientos y las actitudes de un anciano que recurre a una
casa donde mujeres se ofrecen para pasar la noche. La particularidad es que las
bellas japonesas están narcotizadas y
los ancianos pueden reposar la noche con ellas y no pueden, según las reglas de
la casa consumar el acto. En parte, los ancianos que según el autor ya no eran
hombres en el sentido entero del término, preferían esa intimidad regulada con
las mujeres y no la obligación de exponerse a un acto sexual que les exigía una
fuerza que la naturaleza y el tiempo les quito. Una mujer dormida no pide nada.
Una mujer despierta podría esperar la potencia de un hombre, sin siquiera abrir la boca. Una
mujer despierta y desnuda es para un
hombre mayor una amenaza. Algo del argumento que Noelia le habia referido lo dejaron
pensando en él, por lo que se atrevió a leer solo algunas frases sueltas, pero luego de
hojearlo prefirió dejarlo. ¿Que podía encontrar en esas páginas? ¿No era él mismo,
acaso un hombre viejo? Si bien podían consumar el acto sexual con Noelia por
efecto de su juventud cronológica, porque la erección no exige de gran virilidad, ni de
entusiasmo en su edad; él entendía su
falta de anhelo de hacer propia a una mujer, con el afán posesivo que se extrae
de las emociones mas primarias, para darles una utilidad romántica, para que la mujer vea
en esa posesión que tiene un poco de todo, el deseo que el hombre tiene por
ella, y asi el amor, o al menos su posibilidad. El en su intimidad reconocía, aunque en la realidad no
trasuntara, que su participación en el acto sexual era discreta aunque el
libraba tenaces batallas dentro suyo para sentir, Sin embargo por efecto de esa
repetida y extensiva falta de potencia psicológica, en esas luchas salía casi
sin nada por lo que todo lo que Noelia decía de amor después del acto eran para
él un contraste, que lo llevaban a ser lo de
siempre, un alma muda, además ¿Qué podía decirle? . Sin embargo
el intentaba desdeñar esos pensamientos que lo ilustraban y lo afectaban al punto de a
veces ni sentir su cuerpo, y porque es obligación sobrevivir, el ya sabía no
dejarse atrapar con demasiadas obligaciones para con la vida.
Su terapeuta una vez lo escucho decir en las pocas veces que le
hablaba, casi sin inmutarse, explicando su mirada sobre la vida en general, o especialmente sobre los
otros, que las miradas hirientes lo
buscaban, o al menos era él quien las
captaba. Y en parte es cierto que las
pupilas oblicuas y torvas se esconden en todos los sitios, pero siempre son
descubiertas, por eso el ser humano
trata de negarlas, incluso a si mismo, porque para todos es pesaroso envidiar,
o desear el mal ajeno, pero lo hacen en un secreto culposo y excluido, donde
sus ojos se rebelan avergonzados y sigilosos, mostrando lo que esas almas
enfermas y sufrientes intentar esconder. Porque el mal nunca es un merito. El mal es tan
natural como el bien, pero siempre se oculta de los otros casi por obligación.
El mundo parece ignorar la maldad de sus hermanos, padres, amigos y enemigos
porque una tarea natural y necesaria debe realizarse y cumplirse, siguiendo el
curso de las cosas, haciendo una obligación del optimismo y la confianza, en una búsqueda incesante y aprendida; porque la lucha por conseguir amor y vencer el desprecio
o el desamor , es el destino de todas
las acciones que de una u otra forma no ven esas miradas torvas, envidiosas y
mezquinas, porque equivocada o no casi toda acción humana debe creer en que el
mundo y sus creaciones son mejores de lo que son en verdad para que el brazo
del salvador se asome, y el malo sea menos malo.
Las veces que esa atención ajena, entrometida y
dañina lo atacaba, no alcanzaba a ruborizarlo, porque si bien sus
ojos lo observaban todo, la vergüenza le llegaba solo como un concepto, eran
palabras que quedaban encerradas en el. Para el esos frases ajenas, esas
insinuaciones no alteraban su equilibrio,
no le cambiaban el ánimo del momento, si en cambio y esto es lo grave, contribuían a llenar con negligencia un alma virgen, porque era una alma sin
pasado, un alma escondido, un alma que sobrevivió en el anonimato, un alma al
que sin saberlo todo lo configuraba. La sociedad era la vos de su madre y de su
padre que nunca escucho. Miguel que parecia nunca escuchar ni afectarse por el
resto, se construía y destruía a cada instante por cada palabra que le llegaba,
sin que el sienta nada. Nunca es una buena idea que la sociedad sea quien le de
valor a una persona. Salvo que sea como a esos otros, que se mofan o despedazan
todo, frente a cada intención o concepto
que les resulta extraño o agraviante, por la fortaleza de su carácter y por la
verdad de su historia, entienden esos ataques como una verdadera oportunidad
para parecerse cada vez más a lo que ya son rompiendo con palabras o con puños
todo intento ajeno de desprecio.
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