Querido hijo:
Te debe resultar extraño que te hable de
una poesía que he escrito sobre ti, es cierto no es la forma natural de
demostrar lo que puedes significar para mí. Además debe causarte cierto pudor.
Esta poesía la escribí en una noche de insomnio en que me refugie en tu cuarto
y me contenté con verte dormir, en el universo edénico de los niños. Necesitaba
que la conocieras, no podía dejarla por siempre en mi memoria, porque alguna
vez se apagara y será solo un papel olvidado. No es una carta común, la leía
durante todos esos duros años que ya conoces bien sin tu padre en el que el
destino se oscureció y fue uno solo. Debes saber lo que significan esas antiguas palabras para mí; eran mi rezo
salvador de las noches, luego que pasaba a saludarte por tu cuarto y ya dormías…Es
probable que forme parte de un libro de poesías que tengo en mente publicar. Es
tan adecuada para mis oídos y mi mente que no puedo decir si es buena o es
mala, de la misma forma que cuesta saber si es lindo o feo un familiar que envejece.
Veo su rostro
despejado por el sueño y su mente
pero no explica
el misterio que me acobarda.
¿Qué haré
con la vida que preparé para él?
Era una infancia que recorrería todas las suertes
de lo normal
admirando a
su padre vigoroso y tierno y a una madre que descansa en la contemplación
de sus dos
hombres en esas peripecias que podrían haber sido. En el vivir diario,
de un hogar
que crece en silencio y sin relojes.
Pero uno ya
no está.
En la
habitación en penumbras todo parece en paz, pero…
¿Puedo yo
creerlo?
La tarde que
murió es miedo y frio.
Y la noche
eterna tiene su placebo
en esta
habitación quieta y amorosa
con sus
manos traslucidas bajo su cabeza noble
su serena
mirada de párpados cerrados
¿Mirará en
los fantasmas nocturnos los deseos y las ausencias?
Todavía no sabe que es no tener padre.
Solo lo vive
en su silencio de orfandad.
En su digno
ceño inteligente.
Y en la candorosa
vitalidad de sus días ignorantes.
Esta es la
clave de no sufrir la conmiseración de los ajenos.
¿Se podrá
frenar el sufrimiento?
Antes que lo
descubra mi niño y mire la vida de los otros
como una
distorsión cruel y ajena,
inalcanzable.
Servirán mis
abrazos jóvenes, los libros que apoyaré en sus brazos curiosos,
las playas
que recorreremos juntos
con el sol rojizo, de largas sombras en la arena húmeda
y serán
cumplidos los caprichos dulces.
En el frágil
intento de estar alegres…
Esa será la
medida silenciosa de mi triunfo.
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