Muchas noches se despertaba de un sueño que se
repetía: Buscaba desesperadamente en una ciudad totalmente desierta a alguien
inespecífico, que no era ni hombre ni mujer, pero esa acción se aceleraba y le deparaba
en el medio del sueño una angustia que lo terminaba despertando con
palpitaciones… Sí, una mujer comprensiva y de buen olor era suficiente, ese
baricentro que evidentemente estaba echando en falta. Pero no era tan sencillo,
su ex mujer y Eugenia eran mujeres tan queridas como atípicas, por distintos motivos no le daban el remanso
que un hombre necesita cuando la finitud es un problema para él y no solo para
la humanidad, un asunto en el que se comienza a pensar con ideas precisas y ya
no tiene nada de pasatiempo filosófico. Seguía sintiendo la angustia, o se
había incrementado por detenerse en estos temas por demás, o podía ser que la
vaga presencia de ellos le caía encima sin que ni siquiera pensar o buscarlos… pero acaso… ¿Dispondría
de asuntos interesantes en los que
ocuparse…? Si al menos vería más a
su nieto, a veces se decía... No…
sabía que no le resultaría suficiente.
No era de esos hombres que pueden hacer de un eje sencillo el fundamento de su
existencia.
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