Su cuerpo corría por el césped con un
vértigo que no presagiaba nada bueno, un intenso miedo lo llevó a otro
escenario en el que los árboles tenebrosos lo acorralaban con el silencioso
sonido de su follaje frondoso y creciente. Muy pronto se abrió entre ellos un
escenario distinto, una belleza excesiva con un lago rodeado de montañas que crecían con sus puntas
hacia un cielo violeta. El paisaje era conceptual, no existen esas formas en la
naturaleza, pero si algo se observa por un tiempo suficiente comienza a ser real, además se movía hermosamente,
pero era también que en esos colores había algo triste y nostálgico, era un
lugar que se había tragado al tiempo, al mejor tiempo, y dolía. El no estaba
solo, sin embargo no veía a nadie a su alrededor ¿Dónde estaría la mujer que lo
acompañaba? Su cuerpo se llenó de un vértigo horroroso cuando se vio intentando
sujetar la mano de esa mujer que lo acompañaba, los dedos femeninos –fue lo
único que vio de ella- se atenazaban a la última piedra en el que comenzaba un
precipicio, aunque de pronto se tranquilizó cuando se focalizó en el fondo, una
laguna rosa, y un sol dorado desprendían una suerte de música irlandesa. Miro
al costado y sabía que lo encontraría, era el payaso, ya no estaba enojado pero
su sonrisa era peor aún, por eso se tapó los ojos y miró para otro lado y se
olvido de la mano, de la mujer, y miraba en una habitación a su madre joven que
se balanceaba sobre una mecedora y cantaba una canción de cuna sin siquiera
mirarlo…
Se despertó sobresaltado y encontró la
realidad de su habitación, más quieta y tranquilizadora que los sueños, porque
nadie puede salvarse con su cabeza fuera de control. Sí se trata de una
pesadilla todo es susto y vértigo y si por el contrario, la escena onírica consta
de imágenes y situaciones lindas, pronto cierto tinte nostálgico las bañara de
una tristeza rara porque el anhelo también duele; como casi siempre sucede, nunca
un sueño mejora.
No hay comentarios :
Publicar un comentario