domingo, 21 de julio de 2013

"La cuidaba como a un flor que fue hermosa y seca" fragmento pequeño de " Dioses negros"

Porque Roberto la cuidaba como a una flor que fue hermosa y seca,  y la seguía viendo hermosa pero de una manera distinta, podría ser el contacto profundísimo con lo que existía adentro de ella, esa parte que se encuentra atrás del corazón o más adentro…  eran  los potentes  restos de un amor torcido, la nostalgia interminable de lo irreversible. Intentaba acariciarle la cara o taparla con las sabanas y ella agradecía ese amor, con la deteriorada sonrisa de los que ya presienten su muerte y delicadamente  la aceptaron y se convertía en una mujer más dócil aun.  Ese raro amor por aquella mujer débil, espiritualmente  apagada  por una enfermedad mental y ahora arrastrando su cuerpo terminado y blando,  le traía una inmensa ola de dolor,  una noble tristeza que jamás hubiese creído que existiría en él de una manera tan exultante. Su esposa fue siempre  una mujer frágil  por esa desgraciada constitución psicológica  la quería cada vez más aunque no viviese con ella y seguro que también porque se estaba muriendo. Casi flameando sobre la cama la mujer había llegado al colmo de la delgadez,  de la que salían moribundos unos ojos enormes entre los huesos de un rostro totalmente querido. Era extraño… cuando más adelgazaba más hermosa le resultaba la fantasía  de abrazarla y llevarla por los aires para vivir las últimas noches juntos. Cuando peor la notaba  más prefería su muerte y en ese momento debía esconderse donde pudiese solitariamente llorar. El amor convierte la repulsión en  dulzura, en suave e infinita unión, aunque de a momentos todo era  desesperación y odio.  La buena cara de los cercanos, de los familiares… creaba una sensación de pena para luego terminar en intimidad.  

Gabriel DAncygier

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